Historia accidental de la literatura

El poeta y filósofo venezolano Ludovico Silva en su libro Contracultura se ve en la necesidad hablar de entrada sobre cultura e ideología, puesto que “ambos términos, tanto en nuestro tiempo como en épocas pasadas, han estado siempre íntimamente ligados, hasta el punto de confundirse a veces el uno con el otro”. 

La exposición argumental de Silva se puede corroborar porque hay un libro con ese título publicado por Vadell Hermanos, en 1980, y que luego fue parte del capítulo “II Contracultura y humanismo” del libro Humanismo Clásico y Humanismo Marxista, editado por Monte Avila Editores en 1982.

A veces un libro son varios al mismo tiempo. Igual le sucede a ciertos autores que son revisitados por su obra. En el caso de Ludovico Silva, porque es referencia en temas como cultura, ideología y contracultura. 

Se puede debatir sobre estos temas —y otros, por supuesto— gracias a que la palabra se ha podido plasmar y reproducir en libros. De esta manera ha perdurado y se ha transportado en el tiempo y espacio.

Los libros han tenido diferentes formas, desde las tablillas sumerias hasta los libros digitales, pasando por el papiro y los de bolsillo, y en la medida en que se reproducen con facilidad y velocidad, también se aceleran los debates de las ideas filosóficas y los avances científico técnicos.

Antes se hablaba de la “historia del libro”, pero se ha dejado a un lado mencionar el soporte, porque lo relevante no es el libro sino la lectura. Si hacemos un símil, para comprender un poco más el asunto, el cuerpo humano es importante, pero lo que tiene sentido es la vida y todo lo que ella es capaz de producir. Igual sucede con la lectura y autores como Guglielmo Cavallo, Roger Chartier y Alberto Manguel, han publicado sobre la historia de la lectura.

Una forma ingeniosa de titular un libro sin decir que habla sobre estos es el de Irene Vallejo con El infinito en un junco y que se ha convertido en un best sellers en idioma español y traducido a diferentes idiomas por su manera amable de narrar la historia de los libros.

Pero como los tiempos cambian y aceleradamente, ahora se habla de “contralectura”, pero si intentamos definirla, no es tan fácil como parafrasear a Ludovico Silva, que se apoyó en Samir Amin para definir que cultura “es el modo de organización de la utilización de los valores de uso” y por tanto, contracultura es la “cultura capitalista“, que “no es otra cosa que ideología”.

Contralectura no va en contraposición a la lectura y su historia, sino a las diferentes formas de interpretación sobre las “culturas escritas” y a revisar la historia de los lectores. 

En este punto nos podemos preguntar ¿qué escribieron y leyeron los europeos mientras secuestraban a los africanos para esclavizarlos hace 500 años; los alemanes cuando ascendía el fascismo? ¿A cuántos logró iluminar Karl Kraus con sus escritos en La antorcha? ¿Qué escriben y leen los sionistas mientras masacran al pueblo palestino en Gaza? ¿Qué narrativa se leerá sobre Venezuela mientras se llevaba a cabo un criminal bloqueo para doblegar a una población a favor de los intereses hegemónicos mundiales? ¿Lula Da Silva habrá leído “Tema del traidor y del héroe”, de Jorge Luis Borges?

Cuánto tiempo ha transcurrido desde que la escritura encontró el soporte que lo trajo hasta esta época para que la lectura haya servido para tantas aguas que se recogieron en diferentes momentos. ¿Qué sirvió para la historia, la ciencia y la literatura? ¿Cuánto se extravió o destruyó en el camino?

Paul Virilio en su ensayo La velocidad de liberación plantea con Epicuro que “el tiempo es el accidente de los accidentes” porque es asociado “a los días y las noches y las partes que lo componen, lo mismo que a los sentimientos y su ausencia, al movimiento y al reposo, considerando que un accidente de estos se denomina Tiempo”.

A ratos reviso Letra y pólvora, de Ludovico Silva, y encuentro respuestas de aquellos y estos tiempos que sirven para hacer algunas preguntas. ¿Qué se quiere decir cuando se habla de literatura? ¿La literatura está en reposo? ¿El debate está en movimiento? ¿Qué accidente es el tiempo?

Publicado en LaIguana.TV

Raúl Cazal

Escritor y periodista. Autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.

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