Pedro Calzadilla: La Revolución Bolivariana repolitizó a los historiadores
La cita con el historiador Pedro Calzadilla fue en la sede del Centro de Estudios Simón Bolívar, que dirige actualmente, ubicado a piedemonte del Waraira Repano, en la Urbanización San Bernardino, a pocos metros de la Cota Mil, para ser precisos.
Fue ministro de Cultura del presidente Hugo Chávez desde 2011 hasta el año 2014, cuando el presidente Nicolás Maduro lo designa ministro de Educación Universitaria. Forma parte del contingente de investigadores de la Historia Insurgente con quienes fundó el Centro Nacional de Historia y del cual fue presidente en diferentes momentos. Antes de asumir el Centro de Estudios Simón Bolívar y formar parte de la Comisión Presidencial Bicentenario 2021 para la celebración de los 200 años de la Batalla de Carabobo, fue coordinador de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.
Cuando habla sobre Simón Bolívar o Hugo Chávez, a veces confunde los nombres porque son parte de la misma historia, pero en diferentes momentos. “Así como los niños los confunden, a nosotros también nos sucede igual”, acota con gracia, y como historiador le otorga el crédito al Arañero de Sabaneta, de haber armado “una explicación del proceso histórico”, aunque advierte que “no es que sea completamente nueva, pero las piezas las pude armar de manera distinta y le encontré sentido a todo”.
—Chávez no es que nos habló de historia, sino que armó una manera de interpretarla, de encontrarle inteligibilidad.
—¿Qué une el pasado con el presente?
—En la historia republicana de Venezuela existen dos proyectos históricos. Uno, el que Germán Carrera Damas llama Proyecto Nacional, que puede llamarse Proyecto Desnacional, porque él refirió con el término de Nación el proyecto de la burguesía. También dijo que existió uno alternativo que surgió como contraposición. Esta categoría nunca la desarrolló. Con la Revolución Bolivariana se revitalizó el Proyecto Nacional Simón Bolívar. Este es el cable que une ese tiempo histórico con el presente. Al recuperarlo y diseñar una opción histórica, se termina de perfilar el otro proyecto histórico: el del pueblo, los humildes, los pobres, de los trabajadores, de las mayorías, que hoy se llama izquierda o socialista, antes simplemente se llamaba Proyecto Popular. Son dos proyectos históricos en pugna, que a partir de 1830 uno se mantuvo en el poder. Durante la Independencia también existió esa pugna. Ambos nacen en el tiempo de la Independencia, engrosaron el movimiento independentista y luego tomaron derroteros distintos.
—¿Cómo será leída nuestra historia en el futuro?
—Hoy estamos experimentando una etapa de la historia de ese proyecto popular, democrático, social, revolucionario, hoy socialista. Imagino que dentro de 100 años este tiempo histórico será estudiado como el momento de nuestra historia en que el proyecto de Bolívar tomó el poder por primera vez. Pudo construir mayoría y hacerse hegemónico, logró el sistema de respaldo, alianzas, el “bloque histórico”, en palabras de Gramsci, permitió tomar el poder y avanzar en la transformación.
—Hay historiadores que tratan de minimizar a Bolívar.
—Bolívar es símbolo, lugar de memoria, centro de gravedad de la identidad de un pueblo. Es uno de los pocos casos en donde un personaje histórico es capaz de congregar a un pueblo entero. Esa pugna histórica de dos proyectos, de dos modelos, que evolucionan desde la independencia hasta hoy, que se disputan el poder desde entonces, también tuvieron a Bolívar como parte de la disputa. Su memoria constituyó un lugar de desarrollo de esta pugna. La oligarquía confisca a Bolívar tempranamente. Generalmente se dice “lo volvieron mármol”, pero es mucho más complejo. No fue solamente convertirlo en estatua, sino que hacen un proceso de secuestro de su imagen y referencia. Te hablo de diez años después de la separación de Venezuela de Colombia, las oligarquías optan por borrar el recuerdo de Bolívar y fracasaron. Se dieron cuenta que cualquier proyecto político pasaba por tenerlo cerca y construyen el llamado “culto a Bolívar”. Un sistema de adoración que al tiempo que exaltaban al héroe, ejecutaba una operación de legitimación del orden surgido después del año 30. Es una República que nace “en contra del pensamiento y la voluntad de Bolívar, en contra de todo lo que Bolívar significó para sí mismo, en contra del corazón de Bolívar”, como dijo el maestro José Manuel Briceño Guerrero. Ese proceso de adoración termina convirtiéndolo en símbolo de la Cuarta República, por eso es una imagen familiar.
—A las oligarquías también les cuestan decir “Patria”, así como ciertos poetas la invocan para negarla o darle un sentido individual.
—El compromiso que supera lo individual es una de las conquistas de la Revolución Bolivariana. Muchos colegas se burlaban de la idea del “compromiso social”. La izquierda siempre decía que el historiador tenía que escribir desde el compromiso de su tiempo. Del otro lado se enfatizaba la disolución de todas las convicciones y certezas…
—El postmodernismo.
—…la crisis de las ideas, los paradigmas, todo era la nada y todo valía. El “compromiso” era un invento de los marxistas, los revolucionarios, pero resulta que muchos de ellos cuando vieron en juego el predominio del orden establecido, del proyecto de la Cuarta República, que se resquebrajaba, entonces sí salieron a “comprometerse”. Ahora la gran mayoría de los historiadores creemos que hay una obligación del historiador con su tiempo, de comprometerse con un proyecto político. Ellos estaban comprometidos políticamente desde siempre, pero no lo decían de manera explícita. Si algo nos hizo coincidir en la Revolución es que todos y todas terminamos comprometiéndonos. Aquello de que la historia no tiene que comprometerse con su tiempo se hizo a un lado.
—Despreciaban la política.
—Pero no sólo en la historia, igual en el arte, la literatura. Se autoproclamaban apolíticos. La política era algo despreciable para ellos, pero resulta que ahora todos estamos en el combate político. Fue la repolitización del país como quizás sólo ocurrió en tiempos de la Independencia.
—¿Por qué la izquierda venezolana puso a un lado a Bolívar en el siglo XX?
—Los marxistas, por mucho tiempo, no entendieron a Bolívar. Y la revolución cultural que hace Chávez, lo hace en primera instancia contra la tradición cultural de la izquierda. Digo “cultural” y no “política”, porque aquí es un tema cultural.
—¿Tema cultural?
—Es cultural porque el proyecto político lo ancla a los referentes identitarios de Venezuela y rompe con el europeísmo que subyace en un marxismo ortodoxo que veía como fuente nutricia de su ideario a los referentes europeos del marxismo y de otros revolucionarios del mundo. Chávez comprende que tenemos un arsenal de ejemplos de lucha, de héroes y heroínas que fundaron este país. Pero además, lo hicieron con un sacrificio extraordinario. ¿Cómo no va a ser parte de un proyecto de redención nacional ese patrimonio? Chávez hilvana los desafíos de hoy a ese ejemplo histórico, que no es un tema simplemente libresco. No. Bolívar está en el corazón del pueblo venezolano, incluso desde cuando vivía. El pueblo lo celebraba con fiestas los 28 de octubre, Día de San Simón. Era un ser amado por su pueblo y a partir de un momento encarna la esperanza. Tras su muerte y la traición, le sacaron la batería anímica y espiritual a un pueblo. Es lo que pudo haber pasado con la muerte del Comandante Chávez, por cierto. Sin embargo, las oligarquías se dan cuenta que sin Bolívar es difícil sostener la cohesión de este pueblo. Entonces, se van por el camino más complejo, pero el más eficiente para ellos, que no se trata de enfrentar ni ignorarlo, sino que tiene que agarrarlo, reelaborarlo, incorporarlo y convertirlo en una poderosa fuerza anestésica de sumisión.
—José Ignacio Cabrujas sostuvo que a Bolívar lo hicieron inalcanzable.
—Chávez en conversaciones con Ignacio Ramonet en el libro Mi primera vida le dijo: Lo pusieron en todas partes. Donde tú volteabas, lo veías. Era una manera de hacerlo invisible, de que no se notara.
—Que fuera un fantasma sin asustar nadie.
—Con Chávez, Bolívar pasa a jugar del lado del pueblo de donde nunca se había ido, pero que no había encarnado en un proyecto social, político. Un primer intento lo hizo Ezequiel Zamora, que pone en jaque el dominio de la oligarquía. No es casualidad que él esté en el Árbol de las Tres Raíces, porque le da continuidad histórica al proyecto.
Los momentos de la insurgencia
El historiador Calzadilla configura cuatro momentos de insurgencia popular en donde “los pobres se le salieron de control a las élites”. El primer momento es la Independencia, que comienza con Boves, “la rebelión de los pobres”, y continúa con José Antonio Páez y Bolívar. Zamora es el segundo momento. “En la medianía del siglo XX, después de la muerte de Juan Vicente Gómez, con Acción Democrática hay una insurgencia de los pobres de manera distinta, y el cuarto momento lo estamos viviendo”.
—La historia antes de Chávez no estaba tan presente.
—Si comparas lo ocurrido en el siglo XIX dentro de Venezuela con otros países, realmente la historia se escribe en nuestro país de la mano de la política de la clase gobernante. Nacemos como República como resultado de un traumatismo social. Fue una guerra en donde nos sacamos las tripas entre los propios venezolanos, en una primera etapa, y después enfrentados contra un imperio. No había un ser humano que no tuviera una historia directa, una víctima, un herido, un muerto. Los ricos perdieron propiedades, riquezas. Se olvida más rápido la muerte de un familiar que las pérdidas del erario. Una clase social dominante desmantelada. Huyeron. Se volteó la media completa. Claro, después se restablecen las desigualdades. La historia tiene un peso muy grande desde el principio. La República nace con la necesidad de explicar y de reconocer lo sucedido. Luego la historia se oficializa en un proceso de civilización de la memoria nacional. La memoria colectiva la ordenan a la rutina institucional. Y aunque la historia siguió teniendo peso, nunca lo tuvo como ahora.
—¿Por qué la tiene ahora?
—La Revolución Bolivariana no es solo un nombre para albergar un símbolo, apropiarte y hacer uso de él, sino que tiene profundidad cierta en una trayectoria, en una lucha, un esfuerzo colectivo de cientos de años de trabajo. Desde sus inicios es una revolución cultural. Por eso se funde identidad cultural con la identidad política. Esto hay que tenerlo presente porque el chavismo cruza estos dos movimientos. Por eso, una cosa va fortaleciendo a la otra y una se mueve en dirección a la otra. Ser chavista es también una manera de ser venezolano. Está la venezolanidad y el chavismo. Eso no es una cosa que se decreta y sólo puede ocurrir en determinadas circunstancias. Y el liderazgo de Chávez lo provocó.
—Quien se declara bolivariano, se reafirma como chavista, de izquierda. Manuel Caballero se puso en la otra acera y publicó Por qué no soy bolivariano.
—Ese es un camino. Enfrentar y atacar a Bolívar. Decir que no tuvo el genio de ningún tipo. El otro camino para desprestigiarlo, socavarlo, pero sobre todo para debilitar a la Revolución Bolivariana, fue decir que “Bolívar es la gran figura histórica, pero… no era un revolucionario, sino un conservador”. “Bolívar no murió pobre”. “Fue un hombre excepcional, pero ojo, era un dictador… tenía la idea de ser emperador”.
—Muchas contradicciones para ser un héroe.
—Dijeron y dicen que es “elitesco”, “asesino”, lo de “ladrón” no lo han dicho, aunque eso en cualquier momento surge, no para ponerlo en la plaza pública, sino para socavar su imagen, opacar su brillo. Es lo contrario de lo que reivindicamos. Era un revolucionario, construye el Proyecto Nacional Simón Bolívar en el Congreso de Angostura que es el proyecto de hoy, el nuestro, el de “la suma de felicidad”, un país sin esclavizados ni esclavizadas, de igualdad establecida y practicada. Esa es al final la República que Bolívar está defendiendo.
—¿Bolívar o Chávez?
—Bolívar en 1819 y Chávez recupera el proyecto.
—La historia no es ciencia ficción, el historiador ve el pasado…
—Mira el futuro, también.
—¿Cómo visualiza el futuro el historiador? ¿Esta confrontación va a ser eterna?
—En nuestra manos tenemos, y no lo teníamos, un proyecto histórico recuperado, rearmado, estructurado, convertido en poder. Ya no es un libro para soñar sino que está en el poder, que ancla sus raíces en el pasado, en la ancestralidad, se realiza en el presente y se proyecta. Este proyecto está en marcha desde hace más de 200 años. Estamos apenas en un estadio. ¿Cuánto más? No lo sé. Pero lo que sí sé es que en historia 20, 30, 40 años es un instante.
—¿Existe algún antecedente de este bloque imperial?
—En la Independencia. La decisión de ser libres y soberanos se tuvo que defender en los campos de batalla. La guerra no la hacen los republicanos, sino el Imperio para doblegar esa voluntad. En 1999 el pueblo toma una decisión política a través de una Constituyente y después vino la reacción violenta contra ese proyecto. Diferente, por supuesto. En ambos casos criminalizaron las ideas, satanizaron el modelo. Bolívar encarnó todos los males, así como lo hicieron con Chávez, como lo hacen con Maduro. Bloqueo económico, financiero, chantajes diplomáticos. Las potencias europeas en coalición contra Venezuela. Te estoy hablando de la independencia. No es un calco, pero es la misma reacción.
—Cuando Cipriano Castro fue evidente esa coalición del capital extranjero.
—No tiene la misma significación que lo anterior, pero hay una reacción nacionalista. La defensa de la soberanía concita la alianza de todo el país y es un ejemplo para hoy. Lo único que uno esperaría de algún compatriota es que por lo menos salga a repudiar la agresión imperial, como lo están haciendo algunos opositores que están en la Asamblea Nacional y parte de la oposición política. Una cosa son las discrepancias que se tienen internamente y otra cosa es sumarse a las voces que aplauden cualquier agresión o bloqueo contra Venezuela que, además, afecta a la inmensa mayoría. Pero también, el silencio a veces dice más.
—¿El silencio?
—El silencio es cómplice.
—A los 100 años de la Batalla de Carabobo había una dictadura, 100 años después hay una Revolución.
—No sólo había una dictadura a los 100 años, sino la más feroz que ha tenido Venezuela y es la etapa más vergonzosa en términos de transacción de la soberanía. Gómez repartió el país a las trasnacionales extranjeras.
—Pero mantiene viva la imagen de los próceres.
—La Batalla de Carabobo es símbolo de independencia y el Arco, que es un icono nacional, simboliza ese momento. Lo hacen cuando están entregando la Patria y utilizaron nuestra historia como una herramienta de legitimación de ese orden. Fue la construcción ideológica más profunda que hicieron, hacer creer que esa República es criatura de Bolívar, y que Gómez era el punto de llegada o como dijo el Pacto de Punto Fijo: “¡Por fin Venezuela realiza su gran designio histórico, la democracia!” Y todos los presidentes de la democracia representativa lo primero que hicieron fue mencionar a Bolívar.
—Era el santo y seña.
—Otras cosas han cambiado para el 2021. Está un proceso histórico, ahora sí, recuperado. El Arco de Triunfo de Carabobo ya es un símbolo nacional, ahora nos toca darle el sentido que corresponde. No se conmemora un hecho, sino el sentido que le damos, justo cuando estamos enfrentados a quienes eran aliados de Gómez.
—Hay quienes sustentan que la historia se repite.
—No creo que la historia se repita. Lo que sí hay es movimientos sociales de los pueblos que tienen comportamientos y conductas que pueden experimentar semejanzas. Si la historia se repitiera, nosotros no estaríamos aquí porque la oligarquía habría logrado derrotar esta revolución. No significa que no pueda dar paso a otra cosa, pero hasta ahora no lo han logrado.
Entrevista para Últimas Noticias
Escritor y periodista. Autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.