Vladimir Acosta: Hacer política revolucionaria es una de las cosas más peligrosas
Vladimir Acosta prefiere estar del lado del que dicta cátedra y trata en lo posible no ser fastidioso, a la que considera la primera regla, porque “Hegel era fastidiosísimo. Según sus alumnos era prácticamente insoportable. Hay casos venezolanos, sin llegar a ser el filósofo alemán, que son muy cultos, pero adormecen a la audiencia”.
No es el caso de este profesor premio Nacional de Cultura, mención Humanidades (2010) y Premio Nacional de Historia (2018) que recurre a la historia pero que también tiene interés por la política desde temprana edad. Considera que “hay una relación estrecha entre ambas”.
—Generalmente cuando analizo un tema político trato de ver su contexto histórico, e igualmente, cuando analizo un tema histórico trato también de ver la dimensión política.
—¿Qué lo impulsó a estudiar historia?
–A los 12 o 13 años me marcó un libro de Augustin Thierry, un reconocido historiador francés del siglo XIX, que se titulaba Relatos de los tiempos merovingios. Era una selección que hizo de los clásicos de la historia medieval francesa que describía todo el período histórico del cual él fue testigo presencial del Gobierno de los Merovingios, la primera dinastía francesa, por decirlo de una manera simple. La lectura de aquellas historias me marcó, de ahí viene en buena parte mi interés por la Edad Media, que ha sido uno de los espacios a los que le he dedicado tiempo en la investigación y la escritura, aunque mi relación con El Príncipe Valiente, la tira dibujada más bella, de mayor calidad que se hicieron en los años 30 en los Estados Unidos (EEUU). Hal Foster, el autor, tiene una visión de la Edad Media en donde mezcla todo: habla del Rey Arturo, pone unos castillos que no son de la época del rey Arturo, si es que existió el Rey Arturo, sino que son del siglo XIII o XIV, aparece El Príncipe Valiente peleando con Atila y antes con los romanos y después está metido en la caballería. En fin, un pastel histórico, de donde no aprendí historia, pero sí disfruté las distintas lecturas.
A los 14 años se interesa por la literatura y la pintura, pero también se inicia en la política contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Los altos costos para pintar hicieron que se decantara por el dibujo. Dos años antes escribió una novela de piratas que “afortunadamente se perdió”, aunque considera que no era tan mala para la edad. Después vinieron más novelas, pero se apartó de la literatura cuando comenzó su incursión en la política clandestina.
—Siempre he tenido la necesidad de buscar un fondo teórico a lo que estoy haciendo y eso evidentemente impidió que pudiera dedicarme a algo que, si lo hubiera hecho, creo que habría sido mucho mejor para mí, que meterme en la política, porque la política de alguna forma contribuyó a arruinarme la vida en muchas cosas.
No habla de la política de buscar cargos, porque nunca le interesó, sino de “la política revolucionaria que, verdaderamente, es una de las cosas más peligrosa que uno pudo hacer, sobre todo en épocas anteriores y particularmente en un país como Venezuela que estaba en manos de una dictadura y luego vinieron unos gobiernos democráticos que eran peores que la dictadura porque tuvieron más muertos y más desaparecidos que Pérez Jiménez”.
—Corría peligro la vida.
—Corría peligro la vida, por supuesto. Y todo eso significaba que había que dedicarle muchísimo más tiempo a la militancia, pero siempre encontré el espacio para la historia. Que no era simplemente la historia medieval, francesa, italiana, inglesa, sino que también era la historia venezolana. Lo demás quedó como una referencia.
Estudió cuatro años de medicina y abandonó porque caía preso a cada momento o debía esconderse. Trató de estudiar economía, pero la persecución política a la que estaba sometido le resultaba difícil continuar y culminar los estudios, hasta que logró con mucho esfuerzo y sin beca estudiar Historia en París entre los años 1968 y 1973. Regresa a Venezuela y gracias a unos amigos camaradas ingresa como profesor en la escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela, que acababa de abrirse porque estuvo cerrada durante el periodo del presidente Rafael Caldera. Trabajó durante 35 años como profesor de la UCV y paralelamente dedicó 20 años a ser profesor en la escuela de Letras, en donde combinó lo que trabajaba sobre Venezuela, Estados Unidos, América Latina, el mundo actual con el estudio del imaginario medieval, a escribir libros que tenían que ver con la Revolución Industrial, el desarrollo económico, la acumulación originaria vista por Marx, sobre la teoría de la alienación y al mismo tiempo trabajar con el imaginario medieval.
Viaje a la crisis
El monstruo y sus entrañas: un estudio crítico de la sociedad estadounidense (2017) y Salir de la Colonia (2020) son las más recientes publicaciones, a las que hace constante referencia cuando se tocan los temas de Estados Unidos y nuestra historia, pero no deja escapar la oportunidad para recordar que cuando regresó de Francia se puso a estudiar Filosofía, el cual culminó, siendo profesor de Sociología, en un ambiente político sin militancia aunque ayudó a reconstruir el partido Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), pero con la división decidió vincularse y colaborar con la Liga Socialista.
Luego vino el proceso de Hugo Chávez, en donde estuvo “muy comprometido apoyándolo, pero sin excluir la crítica”. Enumera los 10 años que estuvo en Radio Nacional de Venezuela, que considera “los mejores años de la radio”, hasta 2013, y los programas audiovisuales para la televisión en donde percibió por primera vez salarios que le permitió viajar, que es otra de sus pasiones.
—Cuando viajo a un país, lo conozco primero. Lo he leído, me he preparado, ya sé lo que voy a buscar. Fue una experiencia enriquecedora y extraordinaria, pero una de las cosas que lamento es que desde 2013 en adelante, cuando empezó aquí esta crisis profunda del cual no salimos todavía o cada vez estamos más metido en ella, lo cierto es que las posibilidades de viajar son cada vez más nulas.
—¿Considera que hay una crisis en Venezuela?
—Bueno, ¿hay alguien que no crea que hay una crisis en Venezuela?, te pregunto yo.
—¿…?
—Por supuesto, Venezuela está viviendo una crisis tremenda que se ha profundizado todos estos años por montones de razones en donde hay responsabilidades evidentes cometidos desde el Estado, que deben ser superados y vencidos con discusión y críticas, en el entendido que cualquier proceso que se califica de revolucionario tiene que hacer un esfuerzo más grande porque las cosas salgan bien que un gobierno que hace lo que el capitalismo quiere, porque evidentemente nadie se va a meter con él. No digo que sea lo más importante. Lo otro es la injerencia de los Estado Unidos que comenzó desde que empezó este proceso, se acentuó en los años con la enfermedad e Chávez, que se profundizó en 2015 con el presidente Barack Obama, que llevó a unos extremos escandalosos con Donald Trump y que va a continuar con el gobierno de Joe Biden, que ha reconocido al payaso que tienen como “presidente” interino, que de acuerdo con las primeras declaraciones del nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, promete hacer sanciones más dolorosas contra Venezuela, por lo que Mike Pompeo debe estar contentísimo porque hay una competencia de cuál es más criminal y asesino con Venezuela. Esto ha dado como resultado que hay gente que emigra, el problema salarial que es fundamental y las ayudas complementarias no pueden ser una forma permanente de resolver los problemas. Los problemas se resuelven cuando la gente tiene salarios que le alcanza para vivir. Sin duda, el gobierno venezolano intenta tratar de salir de la crisis de una manera pacífica y evitar la injerencia extranjera. Estos son elementos valiosos que el Estado tiene que seguir defendiendo, pero hay que ver hasta qué punto se puede recuperar espacios y apoyos perdidos y sobre qué bases se puede rescatar esa democracia participativa y protagónica que caracterizó los mejores años este proceso y que de alguna manera el burocratismo ha contribuido a debilitarlo.
—¿Se está haciendo política?
—Es necesario que en el país se recupere plenamente la política y poder lograr que los organismos políticos funcionen como tales, que si hay una oposición, esa tiene que ser democrática, no importa si es de derecha que tiene todo el derecho a serlo, sólo que no puede estar metida en golpes de Estado, aceptando la injerencia de los Estados Unidos. Pero política lo tienen que hacer el gobierno, la oposición y tienen que hacerlo de una manera que eso le llegue a la gente y logren reanimar de alguna manera la participación política. Pero reanimar la participación política viene después, es decir, es necesario que la mayor parte de la población venezolana pueda recuperar un estatus en el cual pueda tener unas condiciones de vida verdaderamente soportable con perspectivas de mejorarlas que es lo que hace que la gente participe. Después del golpe de Estado contra Chávez hubo verdadera abundancia, muchos recursos, también corrupción, evidentemente, y hubo una participación importante de la gente. Pero ese cuadro de abundancia se transforma en uno de escasez, de dificultades, de tener pocas esperanzas, y finalmente qué política va a hacer la gente cuando fundamentalmente la mayor parte del tiempo se le va en ver los precios, porque siguen subiendo las cosas, los salarios son insuficientes. Lo positivo es que aquí no se ha generado una explosión social, que de tener una dirección política tiene un objetivo trazado, pero cuando es producto de una crisis sin orientaciones puede pasar cualquier cosa. Afortunadamente aquí ha habido suficiente conciencia para que a pesar de las condiciones difíciles en que se vive la mayor parte de la gente, incluso la que no va a votar, entiende que quiere que Venezuela resuelva sus problemas internamente, de forma pacífica y sin injerencia extranjera.
—¿Qué podemos esperar del nuevo gobierno de Estados Unidos?
—Uno tiene que seguir a Biden, pero sin hacerse ilusiones porque no hay ninguna razón con este personaje que es del aparato del Estado estadounidense, tiene por lo menos 40 años metido en ese congreso, ha apoyado todos los crímenes de los Estados Unidos, hasta los bombardeos a Yugoslavia en la época de Bill Clinton, la invasión a Afganistán, Irak, Siria, Libia, Yemen, la orden ejecutiva de Obama contra Venezuela. Su idea es copiar a Trump, supuestamente evitar las guerras porque saben que todas han sido un desastre, pero sí quieren intervención de los Estados Unidos, bajo el argumento central de Trump de hacer América grande. Este la reproduce pero con otro nombre, es decir, América es el faro que ilumina la lucha por la democracia, la libertad. “Nosotros vamos a recuperar el dominio sobre el mundo, porque el mundo nos necesita”. El discurso de toma de posesión parecía un predicador católico. De hecho, es el segundo presidente católico de los Estados Unidos. Católico sionista porque tolera todos los crímenes de Israel. Al final termina con la frase de siempre “God Save America” pero él le agregó una frase final: “…y bendiga nuestras tropas”. Es decir, los drones van a seguir operando, va a seguir el bloqueo contra China, Rusia, Irán y lo que va a tratar de resolver la situación interna tomando medidas que lo que va a provocar es mayor deuda e inflación que generará una crisis profunda e insoluble a mediano o largo plazo. Pueden tomar medidas, pero allí hay una putrefacción en distintos niveles, en el problema racial, regional, social, empleo y hay una crisis de liderazgo.
La caza del imperio
—¿Con la pandemia hemos regresado al Medioevo?
—Al Medioevo todo el mundo lo calumnia porque a la Edad Media se la ha presentado desde un esquema clásico que inventaron los historiadores del siglo XVII que dividieron la historia en tres pedazos: historia Antigua, Moderna y Renacimiento, que era el renacimiento de la cultura antigua frente a la oscuridad “horrorosa” que había representado la Edad Media, el sitio de 10 siglos perdidos, que paradójicamente en esos siglos se crearon todas las universidades de Europa, mientras que en el Renacimiento se perseguía a las mujeres acusadas de estar en una conspiración con el demonio.
Cierta vez, en un congreso de historia, un historiador soviético-ruso propuso que el siglo XVI debía llamarse el Siglo de la Caza de Brujas, el Siglo de la Guerra de Religiones, y de paso el siglo de la Conquista de América y del genocidio que se cometió. El siglo XVIII europeo, por ejemplo, se “presenta como el siglo de la claridad, pero fue en donde se desarrolló el colonialismo, el racismo, se clasificó a los humanos en cuatro razas, de la cual la blanca era la superior. El ‘iluminismo’ que nos toca a nosotros es el de ser colonia, el de ser humillados”. Los libros que se publicaron en aquella época se dice que “América es un asco de continente, sucio, lleno de aguas porque ha sufrido dos diluvios, con unos ríos que están llenos de niguas, chinches, que no tiene animales grandes como el Viejo Mundo. Cuando tenemos cosas pequeñas somos ridículos y cuando son grandes, somos monstruosos. Es decir, un río como el Amazonas, el Orinoco, son monstruosos”.
—La Edad Media tuvo una diversidad y riqueza, que también estuvo dominada por la Iglesia, por la Santa Inquisición, pero esta inquisición medieval religiosa perseguía a los herejes, no a las mujeres. En el siglo XVI la guerra es del Estado y de la Iglesia contra las mujeres, porque todas las mujeres son “brujas”. ¿Dónde está el iluminismo? Todos los periodos tienen oscuros y brillantes.
—¿Se sigue cazando de brujas?
—Se sigue, pero no las queman por lo menos. En Inglaterra nunca las quemaron, las ahorcaban. No sé qué prefiere uno como bruja que le digan: “¿Te quemamos o ahorcamos?”. Probablemente ahorcado es mejor, porque en la hoguera no mueres en ella porque te asfixias.
—Me refiero al papel del Estado imperial contra los estados que no se alinean a sus intereses.
—Pero te lo disfrazan de modernidad, entonces se trata de “defender” los derechos humanos y un país como los Estados Unidos, que ha violado más derechos humanos, el gobierno más monstruos del mundo es el gobierno de ese país. No digo un gobierno en particular, sino toda la historia de los Estados Unidos que empiezan masacrando a la población indígena, esclavizando a los negros, haciendo pasar su sociedad como una democrática cuando lo que es una sociedad republicana y racista y luego, con un Destino Manifiesto que les permite a ellos presentarse como el pueblo elegido, destinado por la providencia a ser el dueño de América y del mundo. Eso significa que con el calvinismo fundamentalista, que además mueve su religión, ellos encarnan el bien y todos los que se oponen a ellos encarnan el mal, que, si comparamos con la Edad Media ese un rasgo de la iglesia Medieval, de tener una inquisición, en donde el presidente de los Estados Unidos decide qué presidente tiene que irse porque no le gusta o no se quiere someter a la hegemonía americana.
Entrevista para Últimas Noticias.
Escritor y periodista. Autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.