Demócratas y republicanos se han repartido desde el siglo XIX la alternancia presidencial en Estados Unidos. Una alternativa a estos partidos políticos no ha logrado cristalizarse a pesar de que cada cierto tiempo estallan manisfestaciones de desencanto al sistema imperante. El bipartidismo es la dictadura disfrazada de democracia.
Hace casi dos décadas el cineasta estadounidense Michael Moore en su libro Estúpidos hombres blancos publicó con sorpresa que unos senadores demócratas, durante todo un periodo administrativo, votaron en contra de todas las posiciones de su partido y apoyaron sin ninguna vergüenza las propuestas republicanas. Fueron a las siguientes elecciones y volvieron a ganar los mismos representantes legislativos en sus estados.
En pocas palabras, no se repartieron los curules entre ambos partidos, si no que ganó uno solo: el Republicano. Eran tiempos en que George W. Bush terminó siendo presidente de EEUU mediante el fraude y gracias a la intervención de la Corte Suprema de ese país, cuyos jueces en su mayoría eran republicanos.
Los atentados del 11 de septiembre unificaron a ambos partidos y no dudaron en declarar la guerra al “terrorismo” e implantaron el terror en el mundo mediante invasiones militares. Comenzó una era imperialista que se resume en las dos palabras del libro del lingüista Noam Chomsky, Hegemonía o supervivencia.
Donald Trump trata de evitar quitarle el mérito a George Bush (padre) de ser el último republicano que no logró la reelección presidencial y tilda a su contrincante Joe Biden de “socialista”, como si eso lo hiciera un criminal. Resucita el macartismo electoral.
El fantasma del “socialismo” aterroriza a los republicanos. Recientemente Ran Paul, senador de ese partido, en la interpelación a Elliott Abrams sobre Venezuela lo acusó de apoyar al “socialista” Juan Guaidó; mientras el demócrata Chris Murphy le reclamó que las sanciones econónomicas y golpes de Estado para derrocar al presidente Nicolás Maduro fue “un error vergonzo tras otro”.
Ambos partidos tienen matices que los diferencian. Especialistas en daños colaterales, son dos caras de la moneda estadounidense; pero ambos son cara y cruz a la vez, especialmente esto último, que es lo que se impone a la hora de defender sus intereses imperiales, los que les dictan las corporaciones, aunque cometan error tras error.
Estupidez Tras Estupidez, diría yo. Así piensan los gringos. Manejan el concepto del comunismo de los años 30. Tienen su «Libro Rojo»