Hace tres décadas, un estudiante venezolano que cursaba una maestría sobre comunicación en una universidad de EEUU, de la cual no guardo recuerdo, fue invitado a una “fiesta” en donde asistían alumnos y profesores para conocerse en otro espacio que no sean las aulas.
Asistió y conversó esencialmente sobre política, hasta que el anfitrión, que a la postre era su profesor, lo llamó aparte y le dijo que en su país, en las reuniones —porque en definitiva no era ninguna fiesta—, no se habla de política, para evitar alteraciones. Entendía que eso era normal en nuestro país —expresó con sorna—, pero que en el suyo, todo se dirimía con el resultado de las encuestas que se publicaban en los medios de comunicación. El alumno entendió el mensaje y siguió las reglas del juego.
Los resultados de las encuestas son el termómetro de la opinión pública en un momento determinado. En EEUU está prevista la elección presidencial en donde no gana necesariamente quien obtenga mayor voto popular, por lo tanto de nada sirve el resultado de una encuesta. George W. Bush (2000) y Donald Trump (2016) asumieron la presidencia sin lograr la mayoría de votos. Los que deciden son los colegios electorales —en el caso de Bush decidió la Corte Suprema de Justicia, que para ese momento los republicanos eran mayoría.
El sistema electoral de EEUU data del siglo XVIII y se ha promovido el voto por correo universal para la elección de 2020. Trump afirmó: “Hemos dado tremendos ejemplos, muchos ejemplos, de todo el fraude y muchas cosas que han pasado con respecto al voto por correo”. Se ha enterado que las encuestas no lo favorecen y desliza la posibilidad de posponer las elecciones.
El método de elección y la fecha que escojan en EEUU nada cambiaría para el porvenir de la humanidad, como afirma el internacionalista Sergio Rodríguez Gelfenstein: “En noviembre, EEUU se debatirá entre un sicópata y un demente”. El demente es en referencia al candidato demócrata, Joe Biden, que está en la etapa natural de demencia senil. Aunque los dos calificativos se podrían atribuir a Trump.
Las reglas de hace unos siglos pretenden modificarlas a última hora, como si ello implicara algún cambio en un sistema en donde las corporaciones son las que dictan las políticas nacionales e internacionales. También imponen las encuestas y sus resultados.
Excelente artículo