La situación de Colombia se ha ido complicando desde la llegada a la presidencia de Iván Duque en noviembre de 2018, quien suspendió las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y comenzó a incumplir los acuerdos de paz con la Fuerzas Armadas Revolucionarias-Ejército del Pueblo (FARC-EP), conseguidos en La Habana por su predecesor Juan Manuel Santos.
Nos referimos al Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera en Colombia, firmados en septiembre de 2016 por el propio presidente Santos y el comandante Rodrigo Londoño (Timochenko), quien desde hacía un lustro ocupaba la jefatura de las FARC-EP tras la muerte en un bombardeo de Alfonso Cano. Este tratado permitió la desmovilización de la FARC-EP y la entrega de todo su armamento a la Organización de Naciones Unidas (ONU), convirtiéndose en un partido político denominado Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), para conservar sus siglas.
Las FARC surgieron del semillero del bogotazo, la espontánea sublevación popular del 9 de abril de 1948 desatada por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Este carismático líder liberal era un obstáculo a la creciente derechización del país y la violación de los derechos de la población. Desde entonces se abrió el periodo de la historia colombiana conocido como la violencia, que mediante la intimidación, secuestros y asesinatos masivos, se propuso aplastar al liberalismo radical y las organizaciones democráticas. Mientras el gobierno se subordinaba totalmente a Estados Unidos. Los perseguidos por la reacción, liberales, socialistas, comunistas y otros sectores, respondieron con huelgas, paros y la organización de guerrillas, así como las llamadas zonas de auto-defensas campesinas.
Una de las más conocidas surgió a fines de los cincuenta en las montañas de Tolima, donde miles de familias encontraron refugio protegidos por grupos armados liberales y comunistas. En las zonas de autodefensa orientadas por estos últimos, se adoptaron fórmulas administrativas propias de un Estado en guerra y reglamentaciones socialistas, como ocurrió en Marquetalia y El Pato. Más tarde, bajo el impacto de la Revolución Cubana, guerrillas de autodefensa campesina se trasformaron en movimientos armados de liberación nacional. Ese fue el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), fundadas en 1964 y ligadas inicialmente al Partido Comunista.
Por otro lado, en enero de 1965, nutrida por jóvenes estudiantes e intelectuales, surgió el Ejército de Liberación Nacional (ELN), encabezado por Fabio Vázquez Castaño –sustituido en 1973 por Nicolás Rodríguez (Gabino)-, que se estableció entonces en el valle medio del Magdalena. Al ELN se incorporó el sacerdote Camilo Torres, caído en combate ese mismo año. En 1967, surgió el Ejército Popular de Liberación (EPL), de inspiración maoísta, hoy todavía activo, y tres años después el Movimiento 19 de Abril (M-19), con miembros de las FARC y del partido Alianza Nacional Popular (ANAPO), que pactó su desmovilización (1990).
Desde los años ochenta, las FARC varió su estrategia, añadió Ejército del Pueblo a su nombre y devino en la más poderosa de todas las organizaciones político-militares, con más de sesenta frentes diferentes y unos 17 mil guerrilleros, el triple de todas las demás. La hostilidad desembozada del gobierno de Iván Duque contra las FARC, que ha llegado al extremo de asesinar a más de doscientos de sus antiguos combatientes –como ocurrió en los noventa con los desmovilizados del M-19-, han puesto en solfa los acuerdos de La Habana en medio del anuncio del próximo arribo de tropas élites del ejército de los Estados Unidos con el argumento de la lucha contra el narcotráfico.
Eso explica la reaparición de las guerrillas llamadas FARC-EP Segunda Marquetalia, encabezadas por Iván Márquez, quien dejó su curul en el congreso colombiano y se ha sublevado con muchos de sus ex compañeros de guerrilla, a los que habían antecedido los seguidores del comandante Gentil Duarte. Acorde a las últimas noticias, ambas fuerzas ya suman más de siete mil combatientes y pudieran reunificarse bajo el programa del fundador de las FARC Manuel Marulanda Vélez (Tiro Fijo), fallecido en 2008, para impedir la repetición de la trágica historia del M-19, en un país donde la violencia parece no tener fin.
Tomado de www.informefracto.com