Hay mañana

La presente gran crisis en parte del mundo, generada a partir de la mutación de un virus, afecta las estructuras sobre las que se asientan naciones ricas y pobres. De la diversidad eurásica, africana, la de las grandes y las pequeñas islas de Oceanía, de América –con las Antillas– escapa solamente el conjunto del continente antártico.

La periodista canadiense Naomi Klein entiende que las crisis posibilitan políticas que se justifican como necesarias en tales contextos, pero acaban volviéndose contra las personas. En ese sentido recuerda el Acta Patriótica tras las Torres Gemelas: la población estadunidense aceptó la tortura. En la actualidad el “enemigo” produce temores sobre los cuales el público aprueba cualquier medida del gobierno. Agrega que la economía de Estados Unidos, de China y de todo el mundo se ve afectada por la pandemia y señala que su superación habrá de ser colectiva, aunque no existen en la actualidad evidencias de ello por parte de los gobiernos: las acciones de los afectados son fronteras adentro y concluye que de nueva cuenta reaparecen los muros.

Desde mi ángulo observo que un núcleo ínfimo de empresarios y empresas obtuvieron ganancias fabulosas pasando encima de las peripecias hasta de su propia clase; pero, el peso mayor del actual estado de cosas recaerá, como siempre, sobre los más, poseedores de lo menos. Sin embargo, todos concuerdan en un igual deseo –que esta crisis pase de una vez– aunque el mundo que surja se pueda construir a partir de distintos senderos.

Algunos supondrán que a la salida se encontrará con realidades habituales (dichas “normales”) previas a la crisis y de lo que se trata será de retomar el anterior andar. Otros esperan que sea la oportunidad de cambiar, erigir un modelo social diferente, trastocar relaciones, métodos de producción y, en fin, modificar la relación de los poderes con la población: se intentaría construir un orden diferente.

En la actualidad, el combate a la pandemia lo dan los gobiernos y sin quererlo ni desearlo sepultaron lo privado –pese a unas acciones aisladas y algunas donaciones de corporaciones, negocios anexos, conexos y, en casos puntuales, ciertos acreedores–. De acuerdo con dueños del capital, ciertas empresas y determinadas autoridades públicas pretenden hacer creer a millones de afectados que con obras de beneficencia o descontando porcentajes de extraordinarios salarios altos y pensiones frenarán la pandemia, mientras campean los despidos, la anulación de puestos de trabajo, el desamparo de vendedores ambulantes y se dejan sin establecer topes a los productos básicos para el momento, además de azotar al pueblo con tarifazos, amenazarlo o ejecutar directamente represiones e introduciendo creencias en el público a través de medios de comunicación dóciles ante el poder.

Entre quienes encaren ese futuro, estarán los que vean la ocasión de reforzar al Estado como nuevo rector de la vida política y social. Asimismo, los habrá que juzgarán a los dirigentes de los países de acuerdo con cómo se condujeron en la crisis, si acertaron y fueron oportunas sus decisiones o si fallaron. Entre las autoridades públicas no faltarán aquellos que crean que pasada la crisis se pueden constituir en dueños –sin escrutinio popular que lo ratifique– de un conjunto de razones y querrán imponer criterios en toda materia.

Lo que sí se considera seguro es que a estos territorios del hemisferio sur no regresarán los tiempos de las dictaduras de seguridad nacional (lo que no obsta para que puedan sobrevenir regímenes liberticidas). Pero, por ejemplo, Chile es una incógnita de qué vaya a suceder y es lugar donde la derecha nostálgica ya no cree tener posibilidades en una contienda electoral; Argentina es actualmente –por fortuna–, con toda y la deuda, distinta a la de 1976; a Brasil llegó con el coronavirus un destape desobediente, de gobernadores de importantes estados, en su relación con el gobierno federal; Bolivia, pese al apoyo estadunidense y de la mayoría de la OEA, se aísla con su porno-presidenta interina (ma non troppo) y candidata; Ecuador cierra la zanja que separaba a pueblos de la costa y de la montaña. Las propias fuerzas militares responden en distintos tonos a las consideraciones de sus antiguos mandantes de Washington.

De todas maneras, para donde se orienten los países en el futuro próximo, tendrán opciones: ante sí dispondrán de la primera oportunidad tras sus independencias políticas de superar la balcanización, continuada por la sucesión y sujeción criolla y del imperialismo que los acollara.

Al igual que las crisis con sus disparidades, la derecha llegó al tope y su curva ascendente se irá aplanando –así la creo y espero–. Las corrientes conservadoras y de impronta neoliberal son regionalmente dominantes, pero como lo cacareó la derecha y la ultraderecha en mi paisito (quizá lo sigan haciendo un tiempo más), “se les acabó el recreo”. En su momento, aprovechando tropezones y vacilaciones progres y socialdemócratas, convencieron a unos y confundieron a otros con ideas de “cambio” (que fueron en marcha atrás) contraponiéndolos a lo oficial, ensalzando a empresarios, al mercado y a los progresos del capital –nacional y extranjero–. Como paradoja, la epidemia de coronavirus cavó la tumba de la globalización y el neoliberalismo, y no parece haber sucedido solamente en estos territorios del hemisferio sur.

La alternativa salta a la vista: varios de los “superiores gobiernos” sabemos qué rutas tomarán, mientras aquellos que militamos y deseamos cambios verdaderos, más equidades de posibilidades para los ciudadanos y las sociedades, también las tendremos, sacrificándonos y luchando por ellos.

Existen oportunidades para las transformaciones que deseamos, para lo que esperamos contar primero con los intérpretes capaces de entender las aspiraciones, con democracia y libertad, de las grandes mayorías. Todo me induce a pensar que esta puede ser una oportunidad histórica que permita decir que –ahora sí– se trata de una hora de los pueblos.

Ruben Montedónico

Periodista uruguayo que en Montevideo trabajó en CX 8 - Radio Sarandí (1972-76). En el exilio (1976-19859 escribió en El Día, México; El Nuevo Diario de Nicaragua y Agencia Nueva Nicaragua (1983-90). Asimismo, en México lo ha hecho en Novedades, La Jornada y Aldea Global de México (1998-2014). En la actualidad escribe regularmente en Uruguay para el Semanario Voces.

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