Venezuela, entre acosos y amenazas
Había previsto para este número referirme al Brexit; sin embargo, la situación en Venezuela –de la mayor importancia–, la acción de algunos actores, la reunión en Montevideo y la agitación internacional en torno a dicha nación me obligan a cambiar de tema.
La quinteta estadunidense contra Caracas –Mike Pence(1), Mike Pompeo(2), Marco Rubio(3), Elliott Abrams(4) y Mauricio Claver-Carone(5)– que dispuso Donald Trump para alcanzar un triunfo y adueñarse de sus riquezas, está haciendo su trabajo y junto con los aparatos de inteligencia y diplomáticos obran para conseguirlo. Por métodos menos estruendosos y llamativos, más aceptados por la comunidad internacional, desmantela competidores y apunta a que trasnacionales con asiento y capitales estadunidenses operen en el Pre-sal de Brasil, todo facilitado ahora con la cárcel del líder nacionalista Lula y la presidencia de Jair Bolsonaro.
En verdad, después de su tardía intervención en la Segunda Guerra (que finalizaron criminalmente), los estadunidenses han deambulado por el mundo cometiendo innúmeros yerros entre los cuales son muy sonados los del sudeste asiático y la denominada “primavera árabe”. Trump no ha escapado a esos fracasos y en los últimos meses ordenó el retiro de sus tropas en Siria.
Sin embargo, en lo que muchos en Estados Unidos hace casi dos siglos decidieron que era su zona de influencia (neocolonialismo sin bandera) y área de dominio (considerado por sucesivas administraciones como “patio trasero”) han logrado conjurar lo que asomó con mayores grados de independencia latinoamericana, a veces hasta contestataria, en el presente siglo: de distintas formas lo consiguieron en Honduras, Paraguay, Ecuador, Brasil y Argentina. Subsisten Bolivia y Uruguay: éste de importancia menor para el imperio y con un régimen progresista débil en la calificación de su izquierda.
La quinteta ambientada y alentada desde la Casa Blanca avanza en sus pasos injerencistas provocando no sólo sanciones sino acciones directamente intervencionistas, como en el caso de Citgo (transferirían a Juan Guaidó sus ganancias, con las que éste podría organizar grupos armados de mercenarios), mientras presionan a los socios europeos, cuentan con la colaboración de la derecha latinoamericana, exponen medidas a través de medios afectos –que son mayoría continental y en Occidente en general– y comprimen, coaccionan e intimidan desde la frontera con Colombia. Es decir que, sin contar el recurso a la acción militar –pero haciendo gala de esa amenaza– se han abocado a atacar a un país de la región y a su pueblo con una gran batería de medios y dos propósitos: en lo inmediato, darle –algo muy requerido– un publicitado triunfo al deprimido inquilino de la Casa Blanca (acosado por los demócratas, sin presupuesto ni muro con México); en el mediano y largo plazos conquistar las reservas de hidrocarburos y minerales de Venezuela. Para ello cuentan con un aliado fabricado: el tal Guaidó, al que no se tomaba en cuenta por ser desconocido- que aceptó ser proclamado “encargado” del Ejecutivo, sin ser votado, y sirve a efectos propagandísticos, como cuando alienta una invasión militar. Es cierto, a él lo apoya con sus afirmaciones Federica Mogherini –alta representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad–, no sólo si pide “comicios creíbles” sino cuando se refiere a que hay venezolanos que cuentan también con ciudadanía europea y debe velarse por ellos.
Si vivimos en el capitalismo y respetamos sus reglas, heredadas del liberalismo –incluidas las electorales–, convendremos que no hay más que un presidente legítimo, Nicolás Maduro –elegido en los últimos comicios– se esté o no de acuerdo con él (y desde aquí he sido un acervo crítico suyo).
Por otra parte, el Mecanismo de Montevideo planteó para lograr una solución a la crisis en Venezuela que es necesario el “diálogo inmediato, la generación de condiciones para el contacto directo entre los actores, la negociación y presentación de resultados, y la suscripción, implementación y materialización de los acuerdos con acompañamiento internacional”, algo que coincide con el Frente Amplio del Uruguay que demanda que el país continúe en esa posición junto a México, Bolivia y 14 naciones del Caribe. Sin embargo, la izquierda critica que en la reunión se haya contravenido el sentir unitario frenteamplista e inclinado hacia un sector de la derecha venezolana, por lo que obtuvo los elogios de Guaidó. De manera medular se critica que el gobierno de Uruguay –a diferencia del mexicano, representado por su canciller, Marcelo Ebrard Casaubón– haya signado un documento diferente (el del Grupo Internacional de Contacto), portado por Mogherini, que excluye referirse al respeto a la autodeterminación y a la no intervención extranjera e integrado por estados (excepto Italia y Uruguay) que reconocen al autoproclamado “encargado” del Ejecutivo de Venezuela.
Es evidente que ante la situación venezolana la posición lógica es la de no injerencia en los asuntos internos, evitar derramamiento de sangre del pueblo y optar por la vía negociada, aquella que inquebrantablemente ha seguido, en el caso, México, aplicando la Doctrina Estrada, bien diferente a las disposiciones intervencionistas de Estados Unidos, la Unión Europea, el secretario general de la OEA y el Grupo de Lima.
(1) Pence: “No es momento para el diálogo es hora de actuar”.
(2) Pompeo: EEUU «trabajará» con México y Uruguay para reconocer a Guaidó.
(3) El senador –quien dijo que el presidente de México, López Obrador, era un Hugo Chávez– abrió “casualmente” una investigación -cerrada en 2013- para sancionar a productores mexicanos por supuesto dumping.
(4) Elliott Abrams –del lobby israelí en Estados Unidos, condenado en el caso Irán-contras por dos imputaciones de uso de información privilegiada– indultado por George H. W. Bush, fue su asesor.
(5) De ascendencia cubana, opositor estadunidense al acercamiento de Washington y La Habana; “cruzado” ultraconservador republicano de Miami.
Periodista uruguayo que en Montevideo trabajó en CX 8 – Radio Sarandí (1972-76). En el exilio (1976-19859 escribió en El Día, México; El Nuevo Diario de Nicaragua y Agencia Nueva Nicaragua (1983-90). Asimismo, en México lo ha hecho en Novedades, La Jornada y Aldea Global de México (1998-2014). En la actualidad escribe regularmente en Uruguay para el Semanario Voces.