América Latina siguiendo los pasos de Trump

Donald Trump propuso, ante la matanza recién acaecida en una secundaria de La Florida, que se arme a los maestros para que inhiban las ansias homicidas de posibles atacantes, o los repelan a tiro limpio como John Wayne o Clint Eastwood en las películas del viejo Oeste.

No se sabe si Trump es bobo, cínico o las dos cosas a la vez, pero su ejemplo está cundiendo de forma alarmante en América Latina, y está llevando al poder, o a punto de llevarlos, a personajes impresentables que nos auguran tiempos tan negros y nefastos como los que ya vivimos en las décadas del 60 al 80, es decir, períodos de intolerancia y represión de los que, a estas alturas, aún no hemos podido sanar las heridas.

Trump y sus émulos latinoamericanos apelan a una base conservadora que se declara harta de lo políticamente correcto y se dejan obnubilar por las personalidades asertivas y agresivas que proponen medidas políticas extravagantes.

En Guatemala Jimmy Morales resultó electo en octubre de 2015 y varios medios se refirieron a él como el «Trump latinoamericano». Jimmy Morales, al igual que Trump, carecía de experiencia política. Era un popular actor cómico televisivo cuyo sketch humorístico más famoso era el de un campesino bobo que se convertía en presidente, y los otros números cómicos de su programa tenían claramente un sesgo sexista, homófobo y racista.

Con esa mezcla de cinismo y bobera que caracteriza también a Trump, el ahora presidente Morales apoyó la absurda idea del muro fronterizo del presidente norteamericano, y llegó a bromear con ofrecerle mano de obra guatemalteca barata para construirlo. También se apuntó a la idea de rastrear a los maestros con dispositivos GPS para asegurarse que acudan al trabajo.

Claro que, tras estas salidas de tono tontas y estrafalarias, hay una agenda de extrema derecha que lleva al señor cómico presidente a cuestionar la existencia de un genocidio en años pasados, hace lo posible por allanar la impunidad de los corruptos arrinconados por la CICIG y el Ministerio Público, y tiene a camarillas del Ejército como su principal base de apoyo.

Guatemala es un país cuyo sistema político y social ese encuentra inmerso en un largo proceso de descomposición luego de muchos años de conflicto armado y, digámoslo con dolor, puede ser que no sorprendan tanto estas muestras de farsa política. Pero el caso es que estas cosas no están sucediendo solo ahí, sino también en otras partes que se creían inmunes, basadas en una cultura política sólida y una tradición de cierta serenidad política y electoral.

Este es el caso de Costa Rica, que actualmente se encuentra inmersa en una campaña política en la que ya se eligieron diputados el 4 de febrero pasado, y el próximo 5 de abril deberá escogerse en segunda ronda al próximo presidente.

Aquí, dos candidatos compartieron las características de cinismo, bobera y manipulación atribuibles a Trump. En la primera ronda punteó en las encuestas el llamado “Trumpitico”, es decir, el Trump tico, que tenía un  talante autoritario y excéntrico del que hacía gala mientras se mostraba en la televisión y las redes sociales ataviado con un casco color azul.

El Trumpitico quedó desplazado a un lejano quinto lugar cuando se dio el ascenso vertiginoso e inesperado de otro similar a él, pero que no utiliza casco sino la religión como divisa para atraer incautos a sus redes electorales. El ahora ungido es predicador, tiene una esposa que “habla en lenguas”, ha despertado en la población una ola de homofobia sin precedentes en el país y puntea en las encuestas. No habría nada de extraño que, el 6 de abril, el país que se precia de ser la democracia más antigua y consolidada de América Latina, paladín de la libertad de expresión y los derechos humanos, y centro irradiador de felicidad se despierte con un presidente electo que se ha catapultado hasta la posición en la que se encuentra debido a su propuesta de sacar al país de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que tiene, por cierto, su sede en San José, la capital del país.

Atrás de esta carátula que atrae masas enfervorizadas, lo que se encuentra es una agenda de profundización del modelo neoliberal en la que coincide con otras tiendas políticas con las que, desde ya, se relamen de gusto por la alianza que formarán una vez instaladas en la Asamblea Legislativa luego del 1 de mayo.

Y véase lo que pasa también en Brasil, donde el candidato que ocupa el segundo lugar en las encuestas de opinión, Jair Bolsonaro, se compara abiertamente con Trump. En realidad, es mucho peor. Ex oficial del ejército y siete veces congresista, Bolsonaro es un defensor descarado de la antigua dictadura militar de Brasil. De hecho, después de que una congresista describiera las violaciones, torturas y asesinatos cometidos bajo la dictadura, Bolsonaro le respondió diciendo que a ella ni siquiera valía la pena violarla. Y no se ha desdicho nunca de las declaraciones de que preferiría ver morir a su hijo a aceptarlo como homosexual.

Bolsonaro podría ser el próximo presidente de Brasil, aunque actualmente se encuentre en un distante segundo lugar, porque el candidato en primera posición, el ex presidente Lula da Silva, no puede presentarse por haber sido condenado por corrupción. Aunque Lula está apelando la condena que le fue impuesta por un juez cuya animadversión contra él es abierta y notoria.

Tras todos estos candidatos y presidentes que parecen sacados de una pesadilla hay agendas conservadoras que, en algunos casos, no solo pretenden impulsar hasta límites insospechados el modelo neoliberal, sino complementarlo con medidas disruptivas de la tolerancia y la convivencia civilizada.

Promover un clima de homofobia y misoginia, en una región con los mayores índices de violencia contra las mujeres, los homosexuales, los defensores de los derechos humanos y los periodistas es un peligro terrible, pero esas son las características de la nueva ola conservadora que recorre América Latina hoy.

 

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Rafael Cuevas Molina

Escritor, pintor, investigador y profesor universitario de origen guatelmateco con residencia en Costa Rica. Participó en el consejo de redacción de la revista de análisis político cultural Ko’eyú Latinoamericano. Actualmente es presidente de la Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA-Costa Rica) y dirige la revista Con Nuestra América.

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