Nazi en La Wayra

Siguiendo la línea de las ideologías como productos nocivos para la salud de nuestra libertad social, hablaremos esta vez sobre una de las que en nosotrxs tiene raíces más profundas: la ideología nazi. Quienes crean que la ideología nazi es un producto exclusivamente alemán cometen un error.

Fue en un tweet que vi la oración en estos días: „Nazi en La Wayra“ — digo oración, aunque parezca una frase, porque quien la escribió originalmente quería decir: „Nací en La Wayra“. El presunto uso ¿incorrecto? de la Z en este caso tiene mucho valor para hacer visible el encadenamiento psicológico de la ideología nazi con su fuente: el nazimiento.

la ideología nazi no es exclusiva de gente blanca

La ideología nazi hitleriana, cuyo texto central tal vez sea Mein Kampf, puño y letra de aquel austriaco —que ni alemán era—, se podría resumir en que existen diferentes razas humanas que se pueden distinguir unas de otras y que entre esas razas humanas la aria, a la que se supone pertenecería la gente alemana, es la mejor, la superior: supremacía racial, supremacistas blancos. Ideas estas que están vinculadas con la ideología de los Estados-Nazión, la nazionalidad por derecho de sangre (ius sanguinis), la herencia, el matrimonio, la maternidad, la ley del vientre judío, la paternidad, el patriarcado…

En su libro La Extrema Derecha en el Diván: psicoanálisis de una familia política, Jean Louis Maisonneuve (1994) hace un análisis de figuras destacadas de movimientos fascistas europeos del siglo pasado y propone, entre otras cosas, que el extremismo de Derecha, el fascismo, que es la acción en la que desemboca la ideología nazi, tiene su origen en un conflicto que experimentan algunos varones quando toman conciencia de que no son una sola persona con el cuerpo de sus madres.

Manzana-Serpiente-Totona (Applesnakepussy). Fuente: Elisabeth Stienstra.

Esos varones interpretarían la separación corporal como un rechazo o desprecio hecho por su propia madre, a quien aman infinitamente y son incapaces de odiar; de modo que trasladarían su odio hacia las personas que parezcan diferentes: en primer lugar las mujeres, por no ser como ellos y por ser como su madre (misoginia-machismo), luego las personas de aspecto diferente (racismo), con limitaciones o „deficiencias“ (personas con discapacidad, disidentes de género u orientación sexual, LGBTI-fobias) o las personas que aunque parezcan semejantes no sean cultural o políticamente iguales (xenofobia, fundamentalismo, fascismo). Todas esas personas fueron perseguidas en el paroxismo nazi alemán: gitanas; personas alemanas con discapacidad, comunistas, homosexuales, testigas del dios hebreo YHVH y judías (alemanas o no).

Algo como lo que dice el grito de guerra karibe: „¡ana Kariña rote… …itoro manto!“ — solo [la gente] kariña es humana… …esta tierra es nuestra. Supremacía racial/étnica precolombina: ideología nazi. La madre se vincula con la tierra en la que se nace, con el entorno de la infancia, los paisajes, la comida, los tiempos del optimismo idílico e irresponsable de la niñez: de allí la tendencia a decir que nuestro país es el mejor del mundo, que nuestra comida es la mejor del mundo, las mujeres más hermosas… actitud, por cierto, con la que mucha gente venezolana migrante atorrante se está dando a conocer por el mundo.

Recordemos también la consigna que dice »el que no quiere a su patria no quiere a su madre« —frase engastada en la canción Latinoamérica de Calle 13, ideología nazi. Finalmente, referiremos también la ley rabínica del vientre judío, según la qual solo las personas nazidas de madre judía (vientre) serían reconocidas como judías; ley que ha dado paso a la discriminación entre personas judías. De hecho, Nicolás Maduro es hijo de varón judío y no sería reconocido como tal por la gente que sigue esa ley, a diferencia de Capriles Radonski que es hijo y nieto de mujeres judías. 

Ahora bien, dejando claro el punto de la ideología nazi como producto psicológico-cultural que se ha dado y se da en sociedades tan dispares en toda la Tierra, en diferentes tiempos o contextos; es importante hacer varias observaciones. En primer lugar, la conseqüencia macro de la ideología nazi son los actuales Estados —en el sentido de división de la Tierra y la humanidad con fronteras metafísicas y hasta físicas (muros) que definen territorios controlados por gobiernos de una supuesta nazionalidad.

Derivado de los Estados-Nazión europeos, el Estado burgués contemporáneo es también expresión macro de la propiedad privada, supuestamente colectiva según la ideología nazi: la gente que nace en el territorio de Venezuela es venezolana por nacimiento y, por tanto, aparte de ser hermana de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol; de ser desierto, selva, nieve y volcán y de que al andar deja su estela; dizque tiene derechos sobre su suelo, sus aguas, sus playas, sus paisajes y sus minerales metálicos y no metálicos, en especial su petróleo; sin importar si su madre o su padre o la pareja progenitora es venezolana o extranjera.

Ciertamente, en Venezuela y en Nuestra Amérika se nos hace más fácil desmontar la farsa de una nazión vinculada a la pureza racial porque la mayoría de la población es mestiza. Tal vez podrían hablar de pureza y supremacía racial los pueblos originarios, razón por la que se les ha dado prioridad al momento de repartir derechos territoriales, pero sabemos que el mestizaje es, viajando por el tiempo geológico, parte de la propia evolución de la diversidad biológica y que en mayor o menor medida toda persona es mestiza: impura.

La división en Estados-países hace que la gente del país X, aparte de sobrevalorar la geografía y la cultura de su país, se sienta movida a defender su territorio y sus recursos ante la asechanza de otros países depredadores o parásitos. Es el contexto en el que se da la frase karibe ante la invasión hispana de lo que hoy es Karaka: antiimperialismo. La misma razón por la que hay gente en Venezuela que rechaza una intervención militar gringa como también la presunta intervención cubana que se le endilga al chavecismo.

Es importante que nos hagamos conscientes sobre las posturas que asumimos desde la ideología nazi, que nos hacen sobrevalorar y defender lo que consideramos „nuestro“ como sociedad, como pueblo, como colectivo, llegando a veces a una especie de extremismo nazi sudaka. Descubrir que materialmente todas las personas somos finalmente terrestres y que las nazionalidades son fantasías ideológicas, culturales y políticas. Que si bien existen tipos físicos humanos que se distinguen estética o aparentemente, genéticamente somos de una misma especie con una diversidad maravillosa dado que, parafraseando a Galeano: el sol repartió los colores.

Sin embargo, no podemos tampoco perder de vista o negar que los Estados (burgueses) existen y sobre eso tenemos que respondernos dos preguntas: primera, ¿es realmente colectiva la propiedad sobre el territorio del Estado al que pertenecemos y sobre sus recursos naturales? ¿Venezuela es nuestra: tuya y mía? Aquí aparecen las oligarquías o poderes fácticos nazionales: élites o sectores privilegiados que controlan el poder estatal o paramilitar, la fuerza o violencia „legal“ y, de ser necesaria, extrajudicial.

Waikaipuro. Monumento a la Resistencia Kariña. Fuente: NotiTarde (2015)

La segunda pregunta sería: ¿podríamos olvidarnos, siendo anarquistas, de la existencia de los Estados, abandonando la defensa de la liberación nacional, la resistencia ante el imperialismo capitalista o el ataque sistemático directo o indirecto de otros Estados interesados en los recursos del territorio dentro de las fronteras del Estado al que pertenecemos? ¿Podemos asumirnos hoy como iguales ante personas de otras nazionalidades, en especial, ante personas que pertenecen a Estados de lo que llaman primer mundo?

 

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José Contreras-Quintero

Intenta ser una persona humana terrestre. Aunque no admite para sí ninguna nazionalidad, nació en Tatuy Emérita, ciudad de la región andina del territorio administrado hoy por la República Bolivariana de Venezuela. Ingeniero geólogo egresado de la Universidad de Los Andes (2005) y profesor honorario en la Universidad Central de Venezuela. Fue trabajador del Centro de Investigación y Desarrollo para Tecnologías Petroleras (Intevep) hasta llegar a coordinar proyectos para la industria en la Dirección Ejecutiva de Ambiente. Es activista LGBTIQ y aliado feminista. Se dio a conocer como escritor con su novela „Las flores de El Hato” (2012) y acaba de publicar su primera colección de „relatos deSgeneradxs”.

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