La venganza moral de Argenis Rodríguez
Uno de los calificativos más usuales para referirse a Argenis Rodríguez (Santa María de Ipire, 1935) es el de escritor “maldito”, cosa que llevó a los extremos con el suicidio en marzo del año 2000. Tal vez todo comenzó con la publicación en 1964 de un libro polémico en el seno de la izquierda guerrillera: Entre las breñas. Desde entonces justificó la impronta de ser conocido como uno de los escritores más prolíficos en la historia de Venezuela con decenas de novelas, libros de relatos y de memorias.
De sus testimonios publicados, el más célebre sin duda tiene por título Escrito con odio (1977). Al principio de este libro cuenta sus experiencias en Europa, donde goza de una pobreza sólo comparable a su vigor literario, también análoga a sus ganas de estar bien lejos de esa violencia que vivió en las montañas y luego usó para sus relatos guerrilleros de Entre las breñas.
Por aquellas historias fue criticado por sus ex camaradas, ex amigos y ex compañeros de oficio. Lo llamaron traidor y cobarde mientras vivían agotados de alcohol y con los bolsillos más holgados que los de Rodríguez mientras él se encontraba en Europa.
Su regreso a Venezuela en la década de 1970 vino acompañado de una intensa idea de venganza por todas las difamaciones e injurias que recibió. Ese odio y esa sed se encuentran impregnados en aquel libro de 1977. La mayoría de sus páginas está dedicada a los fundadores del Movimiento Al Socialismo (MAS) Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, este último fallecido en junio de este año. Relata la verdadera traición a la izquierda venezolana de estos antiguos mandamases del Partido Comunista y los retrata como gángsters disfrazados de revolucionarios. Llega a asegurar varias veces (la reiteración es el signo de este libro) que Teodoro es un agente de la CIA y el MAS un partido al servicio de la política exterior estadounidense, esto comprobado según él por los numerosos viajes que hacían a los Estados Unidos.
A la entonces conocida República del Este, un grupo de escritores, músicos y artistas plásticos que se reunían en algunos bares de Sabana Grande, le dedica algunas menciones tras su regreso a Caracas, y confirma lo que escribiera el crítico literario y fundador de la Biblioteca Ayacucho Ángel Rama en su diario el 11 de noviembre de 1977, pues los llama “los borrachitos del Conac”. La mistificación que otorga Fausto Masó en Sabana Grande era una fiesta (2004) a aquel grupo fue vapuleada de antemano por Argenis Rodríguez en Escrito con odio.
Rama escribe: “Yo me pasé unos días por allí observándolos y horrorizándome de la vaciedad que se desprendía de todos ellos y de la vaciedad de los que iba allí a contemplarlos y a pensar que la inteligencia del país descansaba en unos pobres borrachos que hablaban en voz alta y lo criticaban todo”.
Estos “pobres borrachos” respondían a los nombres de Caupolicán Ovalles, poeta y denominado “Padre de la Patria” de la República del Este; Jesús Sanoja Hernández, periodista y junto con Ovalles uno de los enemigos acérrimos de Rodríguez; Adriano González León, ganador del Premio Biblioteca Breve de la editorial española Seix Barral en 1968 por su novela País portátil; Francisco Massiani, narrador y mejor conocido por su novela Piedra de mar (1968); Salvador Garmendia, cuentista y novelista amigo de Argenis; Víctor Valera Mora, poeta y autor de Amanecí de bala (1971).
Muchos otros conocidos en el circuito gremial por sus excesos de alcohol y genio literario, algunos pretendidamente de izquierda o abiertamente serviles a la industria cultural del puntofijismo, formaron parte de esta imaginaria República del Este, cuyo mapa de coordenadas se dibujaba alrededor del llamado Triángulo de las Bermudas, compuesto por los bares y taguares de El Vecchio Moulino, Franco’s y Camilo’s.
Según el hermano de Argenis Rodríguez y profesor universitario José Sant Roz, quien pagaba las cuentas de los trabajos etílicos ministeriales de la República del Este fue el banquero Pedro Tinoco hijo, uno de los “apóstoles” más importantes del ex presidente Carlos Andrés Pérez y enlace directo con las finanzas de la familia Rockefeller, acorde a la versión oral tomada del político e historiador Ramón J. Velásquez.
Pudo haber sido así, aunque el citado Rama escribió otra entrada de su diario el 10 de octubre de 1977, con lo que el historiador Ramón Castellanos le contó sobre los derroches que el Consejo Nacional de Cultura (Conac, entonces Ministerio de Cultura) asignaba al mando del poeta Luis García Morales, también parte de la cohorte de Sabana Grande: “Se invierte mensualmente entre 10.000 y 40.000 Bs. (de 2 a 10 mil dólares) en recepción de visitantes, lo que permite mantenerle una suerte de subsidio a la República del Este por no menos de mil dólares mensuales, para pagar el dispendioso bar de los ciudadanos de esa república”.
Escrito con odio se perfila como una especie de venganza, ya no física sino moral y sobre todo literaria: “Yo estuve después ahí para ver eso y puedo asegurar que los representantes de la cultura de Venezuela no se mueren por la reputación y el trabajo, sino por la fiesta, el arrocito, las serenatas, el guateque, la invitación que tienen que cumplir esta noche, porque el presidente de Cultura que no asiste a una fiesta es porque está caído y ya puede ir despidiéndose de su cargo. Nuestras bajas culturales no huelen a pólvora sino a alcohol”.
Argenis Rodríguez puso ahínco en repetir sin cansarse que la literatura en este país, salvo excepcionales casos, no es asunto de gente laboriosa y de elaborada creatividad sino de presumidos y “enchufados”, que los hay en todas las épocas y repúblicas.
Para dar testimonio y vengarse con un plato frío de la industria cultural del puntofijismo, que lo llamó cobarde traidor, Argenis escribió con parquedad que “yo me reía oyendo las palabras de los representantes de la poesía y de la prosa de mi país”. El sonido de las teclas era su ruidoso fusil, y el odio su munición.
Estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela, sin embargo se ha dedicado más a trabajar y colaborar para distintos medios de comunicación y revistas literarias impresos y digitales que a la vida académica y la edición de libros. Publicó Bevilacqua (2013) con la editorial artesanal El Caracol de Espuma, y con la Fundación Editorial El perro y la rana la edición digital de Triamento (2017), ambos libros de versos. Actualmente forma parte del equipo de investigación y análisis Misión Verdad.