Corrupción en los tres poderes de la República costarricense
La producción y comercialización del cemento en Costa Rica ha estado en manos de un duopolio formado por las empresas Holcim y Cemex (con casas matrices en Suiza y México), pero hace año y medio entró al mercado un nuevo competidor, el empresario Juan Carlos Bolaños, quien se propuso importar cemento desde China. Hasta ahí, todo bien. El señor Presidente de la República, Luis Guillermo Solís, aduce la deferencia que se tuvo con Bolaños –de recibirlo rápida y repetidamente en Casa Presidencial– para tratar asuntos relacionados con la importación, a su interés por abaratar, vía competencia, el preciado material para la construcción.
El caso es que, aparentemente, las visitas del señor Bolaños a la sede del poder ejecutivo costarricense tenían que ver con la necesidad que éste tenía de modificar normas relacionadas con la importación de cemento al país, las cuales el Ministerio Economía, Industria y Comercio cambió. Estaba tan seguro el señor Bolaños que sus gestiones arribarían a buen puerto, que importó el primer cargamento de cemento antes que las normas de importación estuvieran cambiadas.
Aparentemente, personas del círculo de confianza del presidente fueron las que lo introdujeron a las altas esferas del poder. Es gente del Partido Acción Ciudadana (PAC), cuyo fundador, Ottón Solís, creó la organización partidaria llevando como bandera precisamente la lucha contra ese tipo de compadrazgos y faltas a la ética pública.
Resulta que para poder importar el cemento, el señor Bolaños necesitaba no solo cambiar las normas de importación sino, además, un préstamo. Y ahí apareció el Banco de Costa Rica quien le otorgó uno de 30 millones de dólares, que luego se supo que, junto a otros que se le había otorgado el mismo banco y otros más, asciende a 50 millones de dólares. Es por lo menos extraño que el Banco de Costa Rica, uno de los más grandes, sólidos y antiguos del país, otorgara a Bolaños un préstamo de tal magnitud teniendo como garantía el producto mismo que decía que iba a importar. Y como si todo esto fuera poco, salió a la luz una posible trama urdida para que el empresario no tuviera que pagar el préstamo a raíz de irregularidades provocadas en contubernio con trabajadores del banco.
Poco a poco la urdimbre se fue haciendo más compleja. El tal Bolaños resultó amigo también de diputados y miembros del Poder Judicial. Una vez que al millonario se le involucró en el enredo, se supo que “por casualidad” se había encontrado con magistrados, uno de ellos de fulgurante ascenso, y que había transportado en su helicóptero a diputados que –lo sabe ahora el pueblo costarricense– ven como muy normal salir de paseo en aparatos de ese tipo.
Lógicamente, todos se quitan el tiro, lo que en buen tico quiere decir que se hacen los suecos. A estas alturas del partido está cuestionado el Fiscal General de la República, un Magistrado, varios diputados, la Junta Directiva completa del banco, varios miembros del círculo de confianza del Presidente de la República y el Presidente mismo. ¡Ah, y además, para ponerle la guinda al pastel, aparentemente también el campeón de la ética política en el país, el diputado Ottón Solís, a quien el Fiscal General acusa de haberlo presionado para que pusiera los ojos en personas que no eran de su agrado!
Es decir que no queda títere con cabeza. Las pedradas zumban sobre las cabezas del ciudadano común y aterrizan en los salones palaciegos. Ojalá que al final del encontronazo la solución a la que se arribe no sea “a la tica”, es decir, negociando, y dejando que todo quede en algunos rasguños sin mayores consecuencias.
Escritor, pintor, investigador y profesor universitario de origen guatelmateco con residencia en Costa Rica. Participó en el consejo de redacción de la revista de análisis político cultural Ko’eyú Latinoamericano. Actualmente es presidente de la Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA-Costa Rica) y dirige la revista Con Nuestra América.